Opinión  
Diálogo: diez palabras-guía
Autor: +José Delicado Baeza
Fuente: alfa y omega 2/4/aaaa

El arzobispo de Valladolid, monseñor Delicado Baeza, apuntó diez palabras-guía para aunar cultura y fe con motivo de la inauguración de Las Edades del Hombre en Valladolid, en 1988. El último número de Altar Mayor recoge este texto:

- El arte: Cuando los pensadores de la postmodernidad confiesan «la muerte o el crepúsculo del arte», porque la estética se aplica a un proceso efímero y ya no se apoya en el ser sino en los cambios acelerados y en el vacío, la Iglesia en Castilla y León tiene que «levantar algo para mostrarlo», y en esta mostración artística hay todo un mundo de creencias, de arte y de sentido.

- La cultura: En el momento histórico en que se extiende por Occidente la cultura del bienestar, confundida con el goce inmediato del consumo y la sucesiva y seductora constelación de elementos frívolos, la exposición es un signo claro de que la Iglesia quiere restablecer o, en su caso, intensificar el diálogo fe-cultura, porque el Evangelio tiene mucho que aportar.

- El hombre: En el tiempo en que la conciencia de la dignidad personal va perdiendo claridad en el hombre moderno, porque se pasa progresivamente, en un reduccionismo antropológico, a considerar al hombre como una cosa más que termina en un complejo robot, Las Edades del Hombre, recordando el origen de la persona humana y mirando a Cristo resucitado, le devuleven al hombre su estima y una firme esperanza.

- La sociedad: Consecuentemente, cuando la sociedad pierde ideales para vivir y superarse, porque está continuamente asediada por el reclamo del consumo y de una vida materialista, la exposición nos recuerda el perfil del pueblo castellano-leonés en el pasado, de tan hondas raíces cristianas, porque el arte no es un monólogo del artista en su aislamiento, sino el cauce interpretativo de los valores y de las creencias colectivas, el núcleo simbólico del alma de un pueblo.

- La Historia: Dicen los pensadores actuales que se está perdiendo la memoria del pasado y por eso llega la crisis. Se habla de la experiencia de fin de la historia. La exposición nos trae, no sólo la memoria de nuestra identidad colectiva, sino también de la Historia como historia de salvación, como realidad presente y esperanza de un futuro asegurado en la promesa.

- Las imágenes: Imagen es comunicación. Ante el consumo de veloces imágenes que el hombre ingiere con lo que ahora se llama una percepción distraída, que debilita por sobredosis su capacidad reflexiva, el icono es una imagen estable que invita a la contemplación serena y a asomarse al interior de uno mismo, al fondo de la propia conciencia; constituye, en expresión de San Gregorio Magno, la Biblia de los pobres, el medio de comunicación en la fe con el mundo de la trascendencia.

- Lo minúsculo: Ante la fiebre del tener en una sociedad montada en cadena cerrada (producir para consumir y consumir para producir), para un progreso sinsentido, recordar, en una sala sencilla de la exposición con Santa Teresa de Jesús: «Quien a Dios tiene, nada le falta: sólo Dios basta», mostrándole la sobriedad de lo imprescindible, es ayudar al hombre a curarse de esa fiebre sin que deponga su ambición de Infinito.- La verdad: La verdad parece haberse roto como un jarrón. Está en todas partes y en ninguna. Su fragmentación aparente contagia escepticismo y decepción por doquier. El hombre, además, miente. ¿Quién recompondrá el jarrón? ¿Quién encontrará la verdad completa? ¿Quién se atreverá a decirla con todas sus consecuencias? La exposición nos habla de Cristo, que es la Verdad, en todas las salas. Ya no estamos en la noche, porque ha venido la luz a este mundo. En el Juicio final llega la apoteosis definitiva de esa Verdad que permanecerá eternamente.

- María y la mujer: «¡Mujer!», la llamó Jesús en dos momentos de su vida: antes de llegar su hora, en Caná, y en el momento en que esa hora llegaba en el Calvario. María recorre la exposición, pero se encuentra sobre todo en el capítulo del dolor y la sonrisa. Cristo es el varón de dolores y ella, la Madre que sonríe garantizando la misericordia y la salvación. A la mujer se le confía especialmente al hombre, la vida y la paz del mundo, escribe, con el Vaticano II, el Papa en su carta apostólica Mulieris dignitatem.

- Cristo: En Las Edades del Hombre, Cristo es el protagonista. Imagen cumplida de Dios, en el cual el hombre encuentra su propia imagen y en comunión con Él, la capacidad de convertirse en hombre nuevo. Cristo, poema del Padre, figura y esplendor de substancia, pero hermano nuestro. Toda la exposición es una Cristofanía plástica y, por eso, una invitación a la belleza, la esperanza y la vida. La vida cristiana es un festín, ya en la historia, pero en la espera estimulante del banquete prometido en el Reino de los Cielos.

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