Eres más tonto que el cura de 'Cuéntame'
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Fuente:
periódico Hispanidad |
12/30/aaaa |
Faltaba la palabra, el concepto. Porque del concepto viene la idea. Lo ha dicho Monseñor Carles, el obispo saliente de Barcelona, una fiera intelectual y con gran capacidad expositiva: 'concubinato'. Y es que, en la sociedad de la imagen, podemos conseguir que cualquier cosa suene bien con tal de que insulte a lo ya aborrecido por el público. Digamos que la coincidencia en el odio es lazo mucho más resistente que el encuentro en la admiración. En el matrimonio la cosa está clara. Todo aquel que sufre los efectos de una familia destrozada se convierte en el peor enemigo, no ya de su cónyuge, sino de la institución familiar en su totalidad manifiesta. Por ejemplo: ‘Pareja de hecho’ es concepto que suena extraordinariamente bien... hasta que rescatas la palabra perdida: concubinato, que no deja de ser la definición fiel, avalada por la historia, de una pareja de hecho. Pues bien, en el Día Mundial de la Familia (celebrado el pasado domingo), festividad de los Santos Inocentes, el arzobispo de Barcelona, ha hablado de concubinato.
Segunda diana de Monseñor Carles (a partir de ahora, el ‘Gran Carles’): habla de 'privatización del matrimonio'. Si será genial la expresión que no necesita explicación alguna. Efectivamente, la progresía intenta privatizar el matrimonio. No desprecia el matrimonio: lo usurpa. Como esos alcaldes que en su afán por desacralizar los sacramentos se empeñan en hacer bautizos laicos. Sí, el mismo grado de estupidez. Se privatiza el matrimonio cuando se llama familia o matrimonio a lo que no lo es.
Por su parte, los obispos españoles unen en su comunicado la familia y la vida porque la crisis de la familia la paga el más débil, en forma de aborto. Insistimos: la mayor violencia del mundo actual es la que ejerce la madre que aborta sobre su hijo. La Subcomisión Episcopal para la Defensa de la Familia y la Vida explica que la familia experimenta una "preocupante fragilidad", donde "el ambiente cultural y social conforma un sujeto débil, incapaz muchas veces de asumir sus propias responsabilidades, de entregarse en el matrimonio como plena donación recíproca y de amor verdadero". Me sé yo de un puñado de amigos y amigas solteros/as que se darían por aludidos ante esas palabras.
Y más. El discurso del arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, ha sido groseramente manipulado (ediciones del lunes 29) por los dos grandes diarios españoles: El País y El Mundo: "Rouco dice en su homilía que admitir el matrimonio homosexual haría quebrar la Seguridad Social". Titula El País: "Rouco dice que las ‘uniones de todo tipo’ quebrarán la Seguridad Social".
Bueno, la verdad es que eso es cierto. Pero no es lo que dice Rouco. El cardenal afirma que el matrimonio homosexual y otros ayuntamientos que no son matrimonio hará quebrar la familia, que es realidad mucho más importante que la Seguridad Social. Como dijo un viejo gobernador de Madrid: "La familia: importante institución, pero de difícil manejo". Naturalmente, El Mundo y El País sólo pretenden ridiculizar al presidente de la Conferencia Episcopal Española, y cogen el rábano por las hojas, manipulando un texto como en ellos es habitual. Pero eso no quita que, efectivamente, toda crisis económica venga precedida y acompañada por una crisis familiar, especialmente en los países ricos o en vías de desarrollo (y si no que se lo pregunten a los estados iberoamericanos). Ante cualquier dificultad económica, la familia se convierte en el sostén del sistema económico. En el fondo, lo mismo que dice Rouco lo decía el ex ministro de Economía del PSOE, Carlos Solchaga, cuando afirmaba a sus colaboradores que no se divorciaran, porque "los pobres no podemos permitirnos esos lujos" (sí, ya sé que Solchaga no era pobre, pero se dice por decir). En efecto, ¿qué sería del Estado sin la familia, que soporta las carencias en las prestaciones públicas para niños y ancianos? Con el divorcio, los únicos que se enriquecen son los promotores inmobiliarios, que pueden vender más pisos.
Por cierto, urge que en el otro gran atentado contra la vida, el que se perpetra contra los embriones, la Iglesia dictamine cuanto antes. La Iglesia ya ha dejado claro, por boca del propio Juan Pablo II, que el embrión es un ser humano, ergo, es sagrado e inviolable. También ha aclarado la Iglesia (y también la Conferencia Episcopal Española) qué es lo que no se puede hacer con los embriones humanos, productos de ese desastre mundial que es la fecundación asistida: no se pueden emplear como ratones de laboratorio, aunque se realice con las mejores intenciones. Ahora ya sólo queda saber qué es lo que conviene hacer con los embriones sobrantes de la FIV: la única posibilidad es la de la adopción prenatal... empezando por los padres biológicos de los tales embriones, causantes del desastre. Tras la metedura de pata del 25 de julio, cuando el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española avaló el macabro y engañoso proyecto de ley de la ministra de Sanidad, Ana Pastor, para luego rectificar, en seguimiento de las enseñanzas vaticanas, aprovechando que el Parlamento Europeo pretendía financiar la investigación o troceamiento de embriones, volvemos a las andadas.
Pues bien, cuando parecía que las cosas volvían a su cauce, la prensa progre de derechas (para ser exactos, el diario El Mundo, de Pedro J. Ramírez) utiliza las palabras sacadas de contexto de un obispo despistado para poder hablar del mal menor, es decir, del troceamiento de embriones humanos. Con el cinismo propio del diario, El Mundo habla de una cuestión que precisa 'diálogo'. En otras palabras, otro paso atrás en la clarificación de la doctrina cristiana. Ahora habrá que volver a insistir en que el embrión es sagrado... en todos los casos. En definitiva, ya saben que todavía hay algo más tonto que un obrero de derechas: un varón feminista. Pues bien, aún hay algo más tonto que un varón feminista: un cura progre. Lo que también puede expresarse así: eras más tonto que el cura de 'Cuéntame'
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